Dolores Reyes nació en Buenos Aires en 1978. Es docente, feminista, y madre de siete hijos. Estudió letras clásicas en la Universidad de Buenos Aires.
Así empieza “Cometierra” (Editorial Sigilo):
-Los muertos no ranchan donde los vivos. Tenés que entender.
-No me importa. Mamá se guarda acá, en mi casa, en la tierra.
-Aflojá de una vez, todos te esperan.
-Si no me escuchan, trago tierra.
Una docente de primaria de una escuela pública. Un Don. El primer amor. La hermandad. Un hogar sin padres, y un barrio en donde la violencia y la injusticia social está en todos los rincones.
En ese entorno se encuentra el personaje principal, “Cometierra” (como la llaman sus conocidos) una piba que vive en un barrio desguazado del conurbano y que puede ver lo que otros no ven.
Se trata de un libro reivindicativo, donde el tema principal en el que se basa es en la lucha contra el femicidio en nuestra sociedad.
Escrito en primera persona, la autora hace una excelente tarea incorporando al libro la literatura villera. Proponiendo un lenguaje barrial, y lleno de expresiones Argentinas que marcan la pura realidad, a “Cometierra” la tierra le habla, le habla de mujeres que son buscadas.
A “Cometierra” le queda un hermano mayor: el Walter. Viven en la misma casa donde sucedió el crimen de su mamá. Del padre, prófugo del hogar, sólo le quedará la pregunta de su ausencia y un destapador de botellas que ella usará para encontrarlo a través de la tierra.
Los hermanos, en medio de este escenario, desarrollan un vínculo muy fuerte para que no los devoren los de afuera.
Como toda heroína fantástica con un poder extraordinario “Cometierra” entra en un cierto desconcierto con su identidad a causa de este don. Empieza a enfrentar burlas en la escuela, porque siempre anda sucia: tierra en las zapatillas, tierra en el guardapolvo, tierra en la cara. Por lo tanto comienza a dejar de lado y a desconocer su diferencia, hasta que una situación marca el inicio de una nueva etapa: su maestra desaparece. La policía la busca y nadie la puede encontrar.
Mientras las clases continúan, ella sigilosa, entra en acción practicando su don que anteriormente había escondido por vergüenza. Dibuja lo que ve y empieza la historia.
No sólo vecinos del barrio, sino que también de otros barrios cercanos, se acercan a su casa buscando respuestas que no tienen.
A través de la ingesta de la tierra la protagonista entra en una especie de trance, “Cometierra” va a ver imágenes, como si fuesen proyecciones que salen de una máquina de cine en formato 8mm, de donde están esas mujeres y qué hicieron con ellas. Mujeres a las que, mediante giros macabros durante la novela, y como el dicho popular dice; se las traga la tierra.
A medida que avanza la novela avanza el tiempo, y el personaje evoluciona de manera notable ya que cada vez las decisiones son más difíciles de tomar porque aparecen situaciones más complejas donde “Cometierra” tendrá que resolverlas rápidamente y con una precisión de bisturí de cirujano.
Es la primera vez que leo una novela que le da voz a las pibas y pibes del conurbano. Claramente se van a conmover, y una vez que lo terminen, entenderemos por qué tenemos que seguir interpelando y cuestionando los privilegios de clase y los privilegios masculinos.